A
pocos metros de una unidad militar, a 400 metros del Comando de la Policía de
Bogotá y a siete cuadras de la Alcaldía Mayor y de la Presidencia de la
República se instaló por años en la calle del ‘Bronx’ el drama que conjuga las
tragedias alrededor del narcotráfico, la violencia, el consumo de drogas, la
incapacidad institucional y la indolencia social.
Por
mucho tiempo, los expendios de drogas han hecho parte del paisaje urbano y se
han constituido, como afirma el general José Roberto León Riaño, director
general de la Policía Nacional, en “verdaderos mitos de inseguridad”. Lo
preocupante es que a su alrededor se han multiplicado distintas expresiones del
crimen y a su lado han crecido la corrupción y la desconfianza ciudadana, que
valora que la intervención institucional se basa en fórmulas represivas y
episódicas.
El
despliegue institucional basado en acciones policiales no ha logrado para nada
transformar esta realidad de oprobio que, finalmente, afecta a los
consumidores, que son el sector más vulnerable de la cadena del problema de las
drogas ilícitas. La buena noticia es que la estrategia gubernamental que el
Presidente de la República ha liderado “para erradicar las ‘ollas’ de consumo
de estupefacientes” empieza a generar unas lógicas diferenciales que en nuestra
opinión deberían también reproducirse en todo el país.
No
se ha tratado simplemente de reprimir el suministro de drogas o limitarse a
judicializar a los consumidores, ni mucho menos a incurrir en el facilismo de
producir con medidas de fuerza un desplazamiento urbano de esta comunidad que
cohabita en pleno corazón de Bogotá. Lo que hemos visto es que sí ha sido
posible ofrecer un tratamiento integral donde concurren distintas instituciones
del Estado, procurando transformar la vida y el entorno de quienes además han
padecido no solo la exclusión sino la estigmatización por ser adictos a las
drogas.La
señal que en este caso rescatamos es que los habitantes de la calle del ‘Bronx’
empiezan a ser dignificados en su condición, sin que el Estado renuncie a la
aplicación de la ley. Obrar con severidad para someter a la justicia a los
capos narcotraficantes no es incompatible con una actitud plena de solidaridad
y de efectividad para mitigar, por lo menos, el daño que produce el consumo de
estupefacientes.Ahora
que, en cumplimiento del mandato de los jefes de Estado de la OEA, se han
presentado el informe analítico y el reporte de escenarios para enfrentar el problema
de las drogas en las Américas 2013-2025, convendría que el tratamiento al
‘Bronx’ se perfeccione y difunda, para hacer evidente que sí es posible en un
marco de realismo dar un salto hacia adelante articulando las políticas de
seguridad y salud públicas para desencadenar procesos que rescaten a las
víctimas del narcotráfico. Detenerse a esperar que concluya el debate político
y no cambiar el modelo de actuación sería imperdonable.“Partir
de lo conseguido, mantener el impulso y responder al cambio”, que es el
prefacio del informe anual 2012 del Observatorio Europeo de las drogas y la
Toxicomanía, definido como el reto de la política en materia de drogas en la
Europa actual, es una afirmación totalmente aplicable mientras en el hemisferio
se adoptan soluciones más efectivas al problema de las drogas. Una
estrategia integral que destruya los mitos de inseguridad, como se está
demostrando en Bogotá, depende del compromiso fundamental de los alcaldes y las
autoridades locales. Sabemos bien que una sola golondrina no hace verano, pero
consolidar la transformación del ‘Bronx’ sí arrastrará vientos demostrativos de
cambio.
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